<< El cocinero,
que era tierno de pulmón, cuando vio aquellas dos hermosas manzanas de oro tuvo
compasión y, dándoselas a su esposa para que las escondiese, guisó dos cabritos
en cien manjares variados.
Y llegado el
rey, la reina con un placer enorme mandó que llevasen las viandas; y, mientras el
rey comía con gran placer, diciendo: << ¡Oh, qué rico está esto, por la
vida de Lanfusa! ¡Oh, qué bueno está esto otro, por el alma de mi abuelo!>>,
aquélla siempre decía: << ¡Come, que de lo tuyo comes!>>. Dos o
tres veces el rey no prestó atención a este estribillo, pero al cabo, oyendo
que seguía con la música, le respondió: << ¡Ya sé que como de lo mío, que
tú no has traído nada a esta casa!>>. Y se levantó encolerizado y se fie a
una villa poco alejada de allí para desahogarse. >>
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