<< Pero siendo ya
Talía grandecita y hallándose a la ventana, vio pasar a una vieja que hilaba;
y, pues no había visto jamás copo ni huso y gustándole mucho aquel rodar que
hacía, le entró tal curiosidad que le pidió que subiera y, empuñando la rueca,
se puso a extender el hilo, pero por desgracia le entró una arista de lino en
la uña y cayó muerta al suelo.
Viendo lo
que había ocurrido, la vieja sin más escurrió la bola. Y el pobre rey, una vez
al tanto de la desgracia y después de que hubo pagado con barriles de lágrimas
aquel tonel de asperino, la puso en ese mismo palacio, que estaba en el campo,
sentada en una silla de terciopelo, debajo de un palio de brocado; y, tras
cerrar las puertas, abandonó para siempre aquel palacio, causa de un dolor tan
grande, para borrar en todo y por todo de la memoria esa desgracia. >>
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